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4/3/2019. Empresa catalana en venta

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A lo largo de 2018 se han producido operaciones corporativas de marcas emblemáticas, pero el fenómeno es habitual

A menudo es la manera de crecer o de sustituir un socio

Indukern se vende parte del negocio

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A principios de febrero, la familia Espona Massana ponía a la venta su empresa familiar, Pastas Gallo, los productos de la que han alimentado generaciones de familias. “La buena pasta nunca cansa”, anunciaba una Sofía Loren en plena madurez en un spot televisivo de finales de los años ochenta que llevaba al límite el pelo encrespado de la actriz italiana y dejaba frases para la memoria colectiva.

La empresa, que fue fundada en 1946 en Rubí (pero que trasladó la sede social en El Carpio, Córdoba, en octubre de 2017, tras el referéndum de independencia), líder en su sector y con una cuota de mercado cercana al 45%, quería, con esta iniciativa, “explorar el interés que hay en el mercado”. Con 350 trabajadores y plantas en Granollers y Esparreguera, la empresa deja que los grandes fondos de capital y las multinacionales del sector de la alimentación presenten sus ofertas para encontrar posibles compradores. Y el de Pastas Gallo no es el único movimiento: la tendencia de algunas grandes empresas familiares catalanas es dejar parte del capital en otras manos. Ayer mismo, por ejemplo, Indukern se desprendía de la división química para centrarse en las áreas de negocio que considera estratégicas.

Aunque esta dinámica, que no es nueva, se ha acentuado en el último ejercicio, ya viene de lejos y ha existido siempre.

Así lo corrobora Montserrat Casanovas, catedrática de economía financiera y contabilidad de la UB y secretaria de la Comisión Gestora del Colegio de Economistas de Cataluña: “Es un fenómeno que ha pasado toda la vida, no es nuevo de ahora ni tampoco coyuntural “, explica. “Se da en Cataluña especialmente por la estructura empresarial, integrada por muchas pymes que, cuando crecen y necesitan ser más grandes, a menudo tienen que vender”, explica. Pero eso no conlleva que se esté descapitalizando el tejido empresarial catalán como algunas voces interesadas, algunos medios, quieren hacer ver.

En el caso de las grandes compañías familiares -marcas sólidas, que se venden a terceros-, Casanovas explica que “probablemente arrastran problemas de sucesión o conflictos familiares que se resuelven vendiéndose-la”.

Durante el 2018, los movimientos más conocidos -y relevantes para el importe de las operaciones- fueron los de Codorniu (en noviembre), Cirsa (en abril) y Freixenet (en marzo). En algún caso se ha buscado socio de sustitución y en otros, alguien que se quedara el negocio. También Gaes pasó a manos de la italiana Amplifon en julio. La compañía, fundada por la familia Gassó 1949 en Barcelona, ​​tiene más de 1.800 empleados en todo el mundo y está presente en media docena de países. Justamente la necesidad de la compañía de aparatos de audición de crecer aún más en propició la venta. El consejero delegado de Gaes, Antonio Gassó, valoraba la operación asegurando que, con este acuerdo, crean “la Gaes del futuro, que tiene como objetivo acelerar la expansión internacional”.

“Llega un momento en la vida de una empresa en la que se debe hacer una pregunta:« Tengo los accionistas convenientes? »Y actuar en consecuencia”, explica Josep Tàpies, responsable de la cátedra de la empresa familiar del IESE. Para Tàpies, no se puede hablar de una tendencia, sino de un hecho más coyuntural. “De las cien empresas más grandes con base en Cataluña, sólo se ha vendido una durante todo el ejercicio de 2018, por lo que no se puede hablar de una tendencia en la empresa familiar. Muchas empresas buscan el compañero de viaje que les sea más cómodo para sus objetivos y esto no necesariamente implica perder el control sobre la compañía “, reflexiona.

En el caso de Pastas Gallo, los expertos señalan que el precio de la compañía podría superar los 200 millones de euros, diez veces su beneficio bruto. Actualmente, los hermanos Pedro Antonio, Pilar, Fernando, Silvia y Carlos Espona Massana forman parte del consejo de administración y asumen la dirección de la compañía, con un 20% de las acciones cada uno (el hermano mayor, José María, se vendió su parte entre el resto de hermanos el año 2012).

Como explica Jaume Bonet, profesor de Eada Business School, “las disputas familiares a menudo aparecen cuando los miembros de la familia no están dispuestos a vender al mismo precio, pero este no es un hecho exclusivo de las compañías familiares; pasa también en cualquier empresa en la que dos socios discrepan sobre el precio. “Por Bonet, sin embargo, un escollo importante es el” cambio de valores que se da entre diferentes generaciones del mismo grupo familiar “y el hecho de que las nuevas generaciones adquieren menos compromiso con la compañía, un “arraigo menor que los hace estar más dispuestos [a vender] cuando reciben una oferta”.

“A veces las ventas se hacen para encontrar capital que sustituya un accionista que marcha y no sólo para crecer”, explica Josep Tàpies, que asegura que esta operación se produce “en la mayoría de los casos” y señala la bolsa, los fondos de inversión de capital de riesgo, las family offices (es decir, otras empresas familiares que gestionan grandes patrimonios financieros o inmobiliarios) y los socios industriales de más dimensiones como opciones más frecuentes.

“Esto no conlleva una desindustrialización del país -dice Casanovas-, pero sí tiene consecuencias en las reestructuraciones de personal, porque con las integraciones de plantillas algunas posiciones se acaban eliminando.”